domingo, 8 de diciembre de 2013

Compartimos las conclusiones del taller Mujeres y Bisexualidades del último Encuentro Nacional de Mujeres

¡Fue un encuentro hermoso, gracias a todas las que participaron!

TALLER Nº 56- MUJERES Y BISEXUALIDADES

Aún cuando toda categoría fija y estructura, consideramos que asumir nuestras bisexualidades en términos dinámicos, es una manera de encontrarnos, reconocernos y visibilizarnos.

Consideramos que las bisexualidades ponen en tensión los conceptos de amor romántico, monogamia obligatoria, exclusividad sexual/afectiva y todo tipo de relaciones de propiedad. Pusimos en común experiencias e ideas de relaciones comunitarias, múltiples, diversificadas y poli amorosas.

Cuestionamos y deconstruimos cotidianamente la norma monosexista que atraviesa las orientaciones hetero-homo. Nosotras, bisexuales, nos sentimos atraídas por más de un género.

Consensuados la necesidad de crear un nuevo taller en los próximos encuentros nacionales de mujeres sobre activismo bisexual.

Nos reconocemos feministas y disidentes sexuales, nos enmarcamos en las luchas de ambos movimientos:

-DERECHO AL ABORTO LEGAL, SEGURO Y GRATUITO.
-ABORTO LEGAL ES VIDA
-SEPARACION DE LA IGLESIA DEL ESTADO
-NO A LA REFORMA VIGENTE DEL CODIGO CIVIL
-DESMANTELAMIENTO DE LAS REDES DE TRATA
-IMPLEMENTACION DE LA LEY DE EDUCACION SEXUAL INTEGRAL
-APLICACIÓN DE LA LEY DE IDENTIDAD DE GENERO
-REPUDIAMOS LOS CASOS DE HOMO LESBO BI TRANSFOBIA NACIONALES E INTERNACIONALES.
-REPUDIAMOS EL ATAQUE TRANSÓBICO A LA COMPAÑERA CHILENA CATALINA FRIEDMAN, OCURRIDO EN ANTOFAGASTA EL PASADO 15 DE NOVIEMBRE

¡NO SOMOS CON QUIEN NOS ACOSTAMOS!

¡NO SOMOS, ESTAMOS SIENDO!



martes, 22 de octubre de 2013

Próxima reunión el sábado 2 de noviembre!!

El próximo sábado 2 de noviembre nos reunimos para hacer la previa a la marcha del Orgullo. A las 18.30 hs en Pasco 555. Armaremos la bandera, stenciles, cantitos, parches, pins y lo que de.

Tijeretas, voligomas y bizcochas bienvenidas!!


Lxs esperamos!!



lunes, 30 de septiembre de 2013

Nuestra reseña de pelis Bi que publicamos en el Suplemento Soy!

soy
VIERNES, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2013

Cine Clase Bi


 Por Bisexuales Feministas
Cansadas de ver que la bisexualidad en el cine suele relacionarse con el carácter perverso de un personaje (recordemos a Sharon Stone en Bajos instintos, el malísimo remake hollywoodense Juegos sexuales o, incluso, esa saga taquillera que fue Criaturas salvajes), hartas de que nos digan que los triángulos amorosos vehiculizan lo peor del heterosexismo (no recomendamos ver Los 3 ni Castillos de cartón), indignadas al saber que los personajes bisexuales deben morir para que su “secreto” salga a la luz (dos películas, a pesar de todo, interesantes: El hada ignorante y Días de pasión) o, peor aún, que si su secreto sale a luz será castigado con la muerte de alguien querido (El cumpleaños es un ejemplo. En Chloe y Contracorriente quien muere es el tercero en discordia, por supuesto), agotadas de saber que para ser bisexual no sólo no hay que parar de coger sino que tampoco hay que repetir compañerx de cama (y si no vean Shortbus o La memoria de los peces), buceamos en un océano de películas de las últimas dos décadas para ver si encontrábamos algún espejo que no deformase tanto y que representase la bisexualidad en su diversidad. Les presentamos, entonces, seis películas elegidas para respirar el bi-erotismo más intrépido –aunque nos gustaría que lo fuera todavía más– de la pantalla grande. Seis maneras diversas de pensar las bisexualidades: ni perversas, ni heteromachistas, ni morbosas, ni indignas, ni máquinas sexuales. Más bien cartografías que exceden el acto sexual para devenir bi-potencias desestabilizadoras de sentidos hegemónicos y de prácticas preestablecidas.

Joven y alocada (2012)

Daniela es una chica bisexual de 17 años con dos problemitas con los que lidiar: tiene el “choro” en llamas y es miembro de una conservadora familia evangelista. El único escape posible es una bitácora 2.0 en la que relata la vida que realmente elige a cambio de la que le imponen sus padres. A pesar de todo no logran doblegar a esta valiente joven que entre zarpes varios declara: “La virginidad se pierde por partes y debe ser difícil perderla del todo”. Sin embargo, no dejará de intentarlo. Con chico y con chica a la vez, pero no mezclados. Daniela es una tímida audaz que evade el control materno para revolcarse alternadamente con amante hombre y amante mujer y contarlo a sus seguidores, ávidos de relatos desprejuiciados frente al dogmatismo rancio de los adultos. Atípica por donde se la mire, Joven y alocada viene siendo un fenómeno que atravesó Internet, llenó salas y arrasó con premios en festivales. La ópera prima de la chilena Marialy Rivas, basada en un blog, es una joyita para los sentidos que se hace cargo del lenguaje de las tecnologías digitales en lo narrativo y en la factura visual, que ya fuera definida en este suplemento como “un collage organizado desde la lógica del pensamiento en hipervínculos”.

El sexo de los ángeles (2011)

Pese a que no fue muy bien recibida por la crítica a nosotras nos gusta. Es un poco pochoclera, sí, y sencilla, también. Pero lo cierto es que recrea una trama que devela la complejidad de las relaciones sexoafectivas en el marco de una juventud occidental que lucha por desprenderse de los mandatos de las hétero y las mononormas. La película del español Xavier Villaverde cuenta la historia de una pareja de estudiantes (Bruno y Carla) que conviven felizmente en Barcelona hasta que irrumpe en sus vidas Rai, un joven breaker bisexual –totalmente apetitoso–. Como era de prever: seduce y curte con ambos (no hay acá miedo a la homosexualidad: las reglas son claras desde el principio). Rai hará poner en el tapete las normas vigentes sobre el amor romántico, la monogamia obligatoria, la infidelidad, los celos y las libertades individuales. Más allá de la falta de elipsis que deje algo librado a la imaginación del espectador, lejos de alimentar el prejuicio de la “hipersexualidad” del todxs con todxs, el acto carnal cobra sentido en tanto registro visual y festivo de la concreción de las pasiones y los enganches irrefrenables. Pero, además, sin dudas, abre la puerta, a la posibilidad de representación de nuevos imaginarios.

Deseo (2012)

Escena primera: plano cerrado de conchas, culos, piernas y voces en un vestuario. Del controvertido Laurent Bouhnik, este film cruza historias de amor y erotismo que convergen en la figura de Cecile: una joven bisexual veinteañera que da cuerpo a la fluidez del deseo. En el contexto de una Francia menoscabada por la crisis económica y la falta de empleo, Cecile, tras la muerte de su padre, busca consuelo en pilas de encuentros sexuales (el límite entre la pornografía y el erotismo es, tal vez, la poesía) que, dadivosos, procuran satisfacer fantasías propias y ajenas. Alice, incomprendida por sus padres represivos, sueña con vivir el romance perfecto con un novio que no piensa serle fiel. Mientras que Virginia ama a su marido pero busca alternativas al tedio conyugal incorporando a una mujer a la pareja. Tres radiografías que confluyen en la búsqueda del Deseo con mayúscula y de los deseos individuales de enamorarse, de lograr la estabilidad económica y de desprenderse de los tabúes sexuales dominantes. Tras la representación de la pasión carnal desenfrenada y el guiño de quien diferencia el sexo del corazón, resuena una dedicatoria: “A todos aquellos que todavía creen que el amor significa algo”. Aviso: probablemente acabes varias veces durante la primera mitad de la película. Pero, si llegas al final, es posible que te resulte tan reiterativa como polémica.

Tres (2010)

La trama es parecida a la anterior: el tono, el ritmo y la reflexión, no. Dirigida por el talentoso creador de Corre, Lola, corre, Tres asume el desafío de romper con el modelo de pareja monogámica para meterse en un terreno poco visto en la pantalla grande en cuanto a tríos amorosos se trata. La película de Tom Tykwer narra la historia de una pareja de cuarentones berlineses (Hanna y Simon), quienes a modo de desviarse de la rutina conyugal y laboral, y manteniendo el secreto el unx del otrx (esa hipocresía hétero que ya no sorprende), inician una relación amorosa con el mismo hombre –si hay casualidades, ésta lo es–, un encantador biólogo bisexual más joven que ellos (Adam). Vale decir que las escenas en la pileta, entre Adam y Simon, son para relamerse. El enredo triádico se resuelve de modo sencillo: deciden estar lxs tres juntxs y vivir su pasión sin condiciones. Un melodrama aplacado con guiños cinematográficos (elipsis y múltiples pantallas) que invita al espectador a “abandonar las ideas deterministas de la biología” y habilita la reflexión sobre otros modos de redes sexoafectivas como son el poliamor y las maternidades/paternidades alternativas.

Henry y June (1990)

Dirigida por Philip Kaufman, Henry y June está basada en la relación que tuvieron dos de los escritores más polémicos del siglo XX, Henry Miller y Anaïs Nin, que se conocieron mientras Miller escribía Trópico de cáncer y Anaïs chocaba contra los límites de un matrimonio demasiado convencional pero amoroso, del que escribiría: “Nada de lo que vivo fuera del círculo de nuestro amor lo altera ni lo disminuye. Al contrario, lo amo más porque lo amo sin hipocresía”. Anaïs, protagonizada por la deliciosa María de Medeiros, se sentirá atraída por Henry pero, para su deleite, la llegada de June Mansfield, esposa del escritor, captura por completo su atención (la entrada triunfal de Uma Thurman como June es una de las perlitas del film). Enamorada de su esposo, encandilada por Henry y por June y poco dispuesta a elegir entre una experiencia y la otra, Anaïs se lanza a vivirlas ambas, sumando su vínculo marital, que reflorece –como su escritura y sus fantasías– ante el nuevo escenario erótico que se despliega. La conyugalidad y la extraconyugalidad entretejen la historia, enhebradas también en el vínculo intelectual que ambxs escritorxs comparten. Vida ajetreada, la de la poliamorosa Anaïs Nin, acorde con la profética advertencia que le hace su primo: “Ten cuidado Anaïs, los placeres anormales matan el gusto por el placer normal”. Lo que no podemos evitar preguntarnos es: ¿cuál de los placeres es el anormal?, ¿el que coarta o el que libera?

domingo, 30 de junio de 2013

Compartimos una nota que publicamos en el Suplemento Soy!

soy
VIERNES, 28 DE JUNIO DE 2013

Orgullo y prejuicios

Se conocieron en el último Encuentro Nacional de Mujeres, armaron una comunidad virtual y también organizan encuentros y grupos de reflexión. Las Bisexuales Feministas ya suman 40 integrantes entre mujeres y mujeres trans decididas a hacer valer la B en la sigla que da cuenta de las diversas identidades. En el horizonte de las certezas hétero y las certezas lesbianas, la bisexualidad, siempre motivo de sospecha, aparece pateando casilleros, mientras pone en evidencia los prejuicios y mandatos que nacen de la misma comunidad lgbttiq.

 Por Bisexuales Feministas
Algunas reniegan de las etiquetas y otras las encuentran necesarias. Algunas tienen una identidad sexual hace muchos años, otras se sienten en constante proceso. Algunas abortamos en departamentos clandestinos y otras con misoprostol. Hay rubias, también peludas, hay burguesas, rastas, jóvenes y también grandecitas. Algunas prefieren el rosa, otras el violeta o el azul. Pero todas adscribimos a una ideología heterogénea: feminista. Y a una identidad sexual que nos convoca: bisexual. Nos encontramos allí, en la encrucijada de opresiones, de luchas y placeres.
Somos muchas, pero aún se cuestiona si tiene legitimidad política nuestra existencia. Tanto en el interior del colectivo LGTB como en el colectivo más familiar nos encontramos con ojos que reclaman justificación. ¿Por qué feministas? (Aunque esa pregunta ya es más vieja que la propia Olympe de Gouges.) Pero, además, los ojos se elevan y nos cuestionan. ¿Por qué? ¿Por qué también bisexuales? Pues ahora vamos a disparar sobre las connotaciones y supuestos que se ocultan detrás de esas insistentes preguntas y estruendosos comentarios.
Desde el momento en que nos nombramos, inevitablemente nos enfrentamos a cuestionamientos, prejuicios y ninguneos. Algunxs nos increpan, acusándonos de reproducir la lógica dicotómica y binaria, otrxs nos miran lascivos suponiendo que estamos siempre al borde del orgasmo. Pero, claro, esto sucede siempre y cuando quien mire o escuche nos otorgue estatuto de existencia. Si no, sencillamente, no existimos y fin de la historia. Como decía la muy sabia Audre Lorde, si no me definiese a mí misma, acabaría siendo despedazada por las fantasías de otras personas sobre mí y comida viva (como zombi). Pasemos revista.

Mito fundador: “La bisexualidad no existe”

Abrimos el diario: una renombrada universidad norteamericana está haciendo experimentos científicos para demostrar que la bisexualidad no existe. Ajá, bien. Aceptable para una adolescencia plagada de consejos ajenos y vivencias jugadas (arriesgadas y lúdicas, nunca mejor dicho). “Aunque te acostaste con alguna chica, te enamorás de varones, eso es propio de la experimentación adolescente; no te preocupes, sos hétero”, nos confirma, paciente, nuestra profe confidente. Tiene razón, pensamos. Aunque nos agarre una calentura bárbara con el chonguito del quiosco (¡nuestras hormonas están revueltas!) o tengamos un amor con nuestra mejor amiga (platónico, ¿eh?), aunque llenemos de besos a la drag del desfile de la fiesta de egresadxs (siempre podrá culparse al alcohol por nuestros actos), mantenemos la primera y tierna creencia de que el corazón está por siempre destinado a ser, ante todo, heterosexual. Esos pequeños placeres, entonces, no nos conflictúan porque no merecen la atención, porque son cosas que pasan y, fundamentalmente, porque la bisexualidad no existe... Hasta que un día... ¡zas!, nos enamoramos de ella, así de golpe, con el furor de la primera vez. Desorbitadas, nos miramos en el espejo del baño: ¿soy bisexual?, ¡pero si la bisexualidad no existe! (nos repetimos hasta cansarnos). Y, ¿entonces?, ¿entonces qué hago?, ¿qué digo?, ¿qué soy? Y es ahí cuando lo decidimos: cuando damos el paso que más tarde vamos a tener que desandar. Es ahí cuando en un instante, y mirándonos a los ojos, devenimos rápidamente en lesbianas.
Increíble, pero cierto: la B de LGTB no es florero. Es evidente que lo bisexual no tiene lugares propios, legítimos, ni siquiera –y esto es el colmo– en nuestros propios cumpleaños: “¡Llegaron tus amigas tortas!” es la presentación que, inevitable, nos espera cuando llegan las hordas bisexuales. Efectivamente parecemos más lesbianas que heterosexuales porque somos disidentes, porque algo diferente, rebelde, se percibe en nosotras. Pero lo cierto es que no hay un código reivindicativo que nos identifique como bi.
La bisexualidad se construyó histórica y culturalmente en espacios de activismo y/o diversión que son casi exclusivamente lesbianos, gays o heterosexuales. En criollo: no existe un bar de bisexuales, no vas a ver la bandera de la bisexualidad colgada en ningún lado, nadie mira a una persona en la plaza y la sospecha bisexual, no hay corte de pelo, ni moda bi. Efectivamente no existen prácticamente representaciones, ni simbolizaciones de lo bisexual (y las pocas que hay no suelen dejarnos muy bien paradas). Ni siquiera podemos esgrimir una injuria que en el ambiente sea resignificada (como torta o puto o trava). Sólo contamos con el tecniquísimo “bisexualidad” que no logra constituirse ni en amenaza. Ni prohibido ni resignificable, lo bisexual parecería más bien ser lo insostenible o, peor aún, un tibio cómplice de las estructuras de desigualdad social.
Efectivamente, muchas transitamos el amor entre mujeres gracias al impacto que tuvo el feminismo sobre nosotras, y también gracias a las tortas militantes aprendimos a sincerarnos y a pelearla. Pero estas palabras, este encuentro en una escritura colectiva, ya derriban el propio presupuesto de inexistencia. Aquí estamos encarnando un cuerpo erótico, político e ideológico propio.

Lugar común: la bi-sagra

Otra famosa frase que nos hace zumbar los oídos es: “Para vos es más fácil, porque a veces sos hétero y a veces sos lesbiana”. Sí, claro, y en el proceso nos volvimos esquizo. Como si en esta suerte de tierra de nadie tuviéramos acceso a un ropero según la ocasión, un lenguaje corporal distinto para encajar y pura voluntad incondicionada que se camufla, camaleónicamente, según su presa o su hábitat.
El diccionario de la Real Academia Española (ese libro gordo lleno de normativas) define lo bisexual en términos de alternancia entre prácticas homosexuales y heterosexuales. Así, al ser inscripto, parcialmente, en las dos grandes narrativas sobre la sexualidad, lo bisexual tiende a ser considerado como un espacio intermedio o de transición. Un villano del tipo Dos Caras, o pura espuma, que así como aparece, desaparece.
Contradiciendo la definición de la RAE, nosotras decimos que sí, que efectivamente alternamos. Pero no en nuestra definición de nosotras mismas sino en el tipo de personas con las que establecemos vínculos erótico-afectivos. Si circulamos entre dos mundos (esta afirmación la reconocemos simplista de por sí) es porque son los que nos pre-existen. Sin embargo, nuestros cuerpos, nuestros pensamientos y nuestros modos de desear son siempre bisexuales. No somos la mera articulación entre dos espacios legitimados y legibles. No somos la feta del sánguche. No somos, tampoco, según con quién estemos, ni un hipocampo. Somos bisexuales porque sentimos deseos sexuales y afectivos por personas de cualquier género o, mejor dicho, por los modos singulares de llevar y combinar los géneros y sexos que lleva cada quien. Aun cuando mantengamos relaciones monógamas con una lesbiana, aunque seamos poliamorosas u orgiásticas; por más que estemos casadas hace quince años, tengamos hijos o estemos recién divorciadas; aun si somos vírgenes o célibes: somos bi.

Saber colectivo: las bisexuales son inmaduras, infantiles, confundidas, histéricas, inconstantes...

Recostadas boca arriba en el diván, la reconocida psicoanalista nos dice: “Pero, ¿vos entendés que las cosas que podrías tener con Juan no las podrías tener con Teresa? ¿Entendés que las cosas que te van a dar una familia, por ejemplo, no son las mismas? Te vas a tener que parar distinto en el mundo según con quién de los dos estés. ¿Podés entender eso?”. Además de tratarnos de estúpidas, o al menos de subestimar nuestra capacidad de entendimiento humano, estas afirmaciones contienen un sesgo heterosexista y monosexista violento. Lo (in)cierto es que tal vez quiera elegir entre Teresa y Juan. Pero tal vez no. Tal vez quiera a Teresa, a Juan y, por qué no, a ese Juan que cuando nació sus padres llamaron Teresa.
En esta sesión magistral de terapia aprendimos que la teoría psicoanalítica considera que en la base de la madurez sexual está la renuncia. Es decir, una sexualidad adulta es aquella que elige un único objeto de deseo y excluye todas las demás alternativas. Adherirse a un objeto parece ser la única manera de abandonar a la niñita confundidita que todxs llevamos dentro. Esta idea, todavía en boga, atenta contra la capacidad de pensar y pensarse en cambio a lo largo de la vida. Porque, como Freud dictaminó –no sin revisiones posteriores–, la madurez está asociada a llegar a metas finales (de las que, probablemente, no se vuelve). De ahí que la bisexualidad sería, entonces, ese incómodo estado de transición que debe definirse en algún momento. Si no lo hace, las confundidísimas bisexuales, sumidas en la indecisión y en sus incontrolables brotes histéricos, corren serios riesgos de quedarse eclipsadas en la doble puja de sus objetos de deseo.
“Yo ya no entiendo nada. ¿Ahora qué me vas a traer?”, nos cuestiona el domingo al mediodía nuestra querida madre, mientras que nuestro hermano nos zampa: “Sos como la gata Flora, que cuando se la ponen grita y cuando se la sacan llora”. Nos da urticaria tanto conservadurismo encubierto, y eso que lo dicen las personas que nos quieren. Porque también podemos encontrar algunos menos amorosos que nos conceptualizan como egocéntricas, egoístas, centradas únicamente en el placer propio, desalmadas que van de un cuerpo a otro sin importar el dolor que produzcan a los demás.
Punto para ustedes: si ser inconstantes es negarnos a hacer promesas románticas y cristianas hasta que la muerte nos separe, o blandir certezas tranquilizadoras sobre nuestros pasados y futuros, tipo “siempre me gustaron...” o “eso fue un error, te juro que no se va a repetir...”. Entonces sí: somos inconstantes. Pero, ¿quién, honestamente, puede hacer ese tipo de promesas? ¿Acaso nunca tuvieron fantasías que se contradecían con las normas impuestas a la homo/hétero sexualidad? E incluso, ¿cuántos se animaron y lanzaron la cañita al aire para luego, rápidamente, esconder el acto tras el humo de la explosión? Si hay algo que nos pone los pelos de punta es la moralina burguesa que nos lleva a sostener modelos sin fisuras.
Efectivamente, el deseo es fluido e inestable por definición; sin embargo, lo bisexual parece ponerlo en evidencia. Intuimos que sobre una persona bisexual resulta más difícil descansar el amor romántico que el concepto de pareja promete. Entonces, sí. Si les parecemos confundidas o inmaduras porque no elegimos a las personas por portación de género, sexo o altura de taco, entonces bienvenido el epíteto. Cuentas claras mantienen... lo que sea.

La fantasía hollywoodense: las bisexuales son viciosas

“Las mujeres bisexuales están siempre en llamas, no le hacen asco a nada”, nos muestran las películas porno. Y nos grita papá, entre lágrimas y un paro cardíaco: “Pero, ¿qué? ¡No entiendo! ¿A vos te gusta que te apoyen la pija y las tetas? ¿Todo junto?”. Sí, papi, puede ser. Aunque, a decir verdad, pensar la sexualidad y las identidades en términos de genitalidad es una táctica propia de los reduccionismos descalificadores.
No es novedad que, como mujeres, estamos insertas en una economía sexual pública que nos reduce a objetos a disposición del consumo masculino. Nos gritan en la calle, recordando que somos eso: mujeres, homónimo de sexo. Eterna sinécdoque. Operación que se redobla cuando nos afirmamos bisexuales. Mujeres: tetas, culo, concha. Bisexuales: partuceras, calentonas, insaciables que le dan a todo, ardientes, viciosas que siempre quieren más. En el vocabulario troglodita del patriarcado: minitas fáciles y fiesteras. De más está decir que, en esta línea, nunca falta el novio desubicado de la amiga que propone que para el cumpleaños le regalemos el trío. En fin, es cierto que nos pueden gustar personas radicalmente diferentes, pero la fantasía de calibre Tinelli no se la deseamos ni a nuestrx peor enemigx.
Obvio que a algunas nos gusta el sexo de a dos, de a tres, de a seis. Pero también es cierto que otras vivimos en pareja por muchos años y eso no necesariamente implica que salimos tras otros cuerpos cual sabuesos insaciables. El punto es que resulta imposible establecer reglas fijas sobre nosotras y nuestros deseos.
Somos conscientes de que el capitalismo y su ideología neoliberal nos atraviesa, así como también la heteronormatividad machista. Las grandes figuras hollywoodenses erotizan el imaginario social (que es bastante dicotómico, por si no se dieron cuenta) con sus preferencias por “la carne y el pescado” o “las ostras y los caracoles”. Y los medios, periódicamente, sacan notas sobre adolescentes borrachas que se dan besos entre ellas para seducir a los varones. No somos tan ingenuas como para creer que cualquier persona bisexual rompe con las estructuras anquilosadas de nuestro sistema de ordenamiento sexual. Sabemos que corremos el peligro de ser absorbidas y cooptadas por el discursito de la tolerancia Benetton. Sabemos que sobre gustos hay mucho escrito, infinitas reglas, normas y mandatos que el sistema capitaliza. Cuentos de hadas y películas guían y encorsetan nuestra potencia deseante. Pero somos herejes y traicionamos la expectativa que recae sobre las espaldas de nuestros cuerpos (por suerte, sin alas).
De ahí que la lucha identitaria no nos alcanza y nos sentimos impulsadas a posicionarnos desde un feminismo que considera el impulso erótico como fuente de conocimiento; un feminismo que resiste a las diferencias jerárquicas entre los géneros, que nos sensibiliza frente al sexismo de las aulas, de la tele, de la calle, de la justicia, del laburo y de las camas; un feminismo que nos exige repensar las formas más sutiles de la misoginia (propia y ajena), que nos ayuda a cuestionar los mandatos y reposicionarnos frente a la maternidad, el amor y la familia; que nos permite revisar la cantidad de exigencias y normas que recaen sobre nuestra subjetividad. Un feminismo que nos permite analizar los modos en que construimos nuestros cuerpos y los tipos de relaciones que establecemos con el resto. En definitiva, se trata de un feminismo que reivindica la posibilidad de nombrarnos con nuestras propias voces, que da lugar a amplios márgenes de reconocimiento para respetar la heterogeneidad que nos constituye.

La estafa moral: la bisexual es impostora

“Vos lo que sos es una lesbiana cobarde, reprimida. Una lesbiana que no quiere renunciar a sus privilegios heterosexuales, una lesbiana con lesbofobia internalizada”, nos dice nuestra pareja. Y agrega otra: “Seguro que me terminás dejando por un tipo”. Fantasma arraigado: en cualquier momento, la bisexual podría abandonarte por un varón “para casarse y tener hijos”. ¿Pero qué sos, el genio de Aladino? Como si alguien, cualquiera, pudiese asegurar lo que va a pasar en el futuro.
La acusación está ahí, a la vuelta de la palabra. Parecería que nuestra fuerza deseante –que podría incluir a varones– metiera por la ventana al patriarcado que tanto esfuerzo nos lleva combatir. “Ustedes le hacen el juego al patriarcado”, nos cansamos de escuchar. Como si por acostarnos con tipos o varones trans fuéramos automáticamente cómplices de la estructura de desigualdad. Así resulta sencilla la ecuación: parece que no podemos evitar ser detractoras de la lucha emancipatoria. Ojo: traidoras frente a las expectativas del resto sí, pero desleales o patriarcales es otro cantar.
Pero también hay otra objeción que compañerxs de lucha cada dos por tres tiran con bronca: “¿Es que no se dan cuenta, tontitas, que dicen bi y eso significa dos, y dos es binario? ¿No se dan cuenta de que reproducen la dicotomía que tanto nos cuesta combatir?”. Pero no: no nos damos cuenta. Las bi le decimos no a la binorma. Ese mundo dividido en dos es el que pretendemos poner en cuestión, y la mejor manera que nosotras encontramos –sin arrogarnos que sea la única– es señalar los binarismos que nos preexisten, movernos a través de ellos, atravesar las tensiones, y no anclar en ninguno de los polos.
Habilitar este tipo de movimientos no nos parece binario. En otras palabras, no nos interesa elegir entre esto o eso, no nos interesa pensar ni sentir en términos dicotómicos. Por el contrario, nuestra apuesta es inclusiva: no ya en términos de “nunca/siempre”, “adentro/afuera” o “antes/después” sino en términos de “y”, “también” o “además”. Proponemos un modo diferente de transitar los espacios existentes. Y aquí las matemáticas pueden pifiar: uno más uno puede ser tres, dos o cero. Pero, sobre todo, es miles: porque efectivamente las bisexuales existimos. Y somos muchas.
La definición más sencilla de bisexualidad habla de la potencialidad de sentir deseos por personas de cualquier género o sexo. Si necesitan que firmemos con sangre los circuitos de nuestros deseos, lo lamentamos: no buscamos tener ese control y mucho menos en función de las inseguridades ajenas. Nosotras aspiramos a la rebeldía de los movimientos, a las infinitas potencialidades relacionales, a esas fantasías que no clausuran ni prescriben los modos en que habitamos el mundo.
Establecido esto, nosotras, bisexuales feministas, decimos: vos, confundidita, que no sabés lo que querés, histérica que no hay poronga que te venga bien, partucera que le das a todo, curiosa que no te gustan las etiquetas; vos, ególatra, que usás tipos y minas sólo para satisfacerte sexualmente; a Ud., señora esposa, que coge con pendejas y después vuelve a su hogar dulce hogar; a vos, lesbiana, que te enamoraste de un tipo trans, largá esas categorías que estás tan acostumbrada a usar y abrazanos.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Construyendo genealogías


Colette – Salvadora Medina Onrubia – Kate Millet - Mata Hari – Virginia Woolf – Anais Nin – Salvador Dali – Simone de Beauvoir – Katherine Mansfield- George Sand- Mahatma Gandhi – Susan Sontag – Marina Tsvetaeva- Lola Mora- Djuna Barnes – María Moreno -Julio Bocca –Romaine Brooks – Tamara de Lempicka -David Bowie – Edith Piaf- Frida Kahlo - Giacomo Casanova – John Cheever – Helene Cixous – Marlene Dietrich – Isadora Duncan –Greta Garbo – Muriel Rukeyser - Graham Greene – Katharine Hepburn – Janis Joplin – Alfred Kinsey – Elena Poniatowska - D.H. Lawrence – Carson McCullers – Marguerite Yourcenar – Clarice Lispector - Freddie Mercury – Katherine Mansfield - Herman Melville – Anthony Perkins – Arthur Rimbaud – Francoise Sagan 

martes, 23 de abril de 2013

Bi-nvasión

Desde este fin de semana nos instalamos en la ciudad!!!! 
Busquen nuestras calcos.... y si alguien quiere: nos pide!!!!  







viernes, 18 de enero de 2013

Lana Wachowski speech HRC Visibility Award (discurso subs español)


Discurso de Lana Wachowski tras recibir el HRC Visibility Award (Premio por su proyección mediática concedido por la Campaña por los Derechos Humanos).


http://www.youtube.com/watch?v=K2SN31i1EE8